El otoño sigue su curso entre cestas de castañas.
Comienzo a dar un agradable paseo otoñal entre castaños con las dos manos ocupadas. En la derecha llevo la cesta para las castañas y en la izquierda porto el paraguas negro del abuelo ya que el cielo grisáceo anuncia lluvia.
El olor a tierra mojada envuelve la caminata.
Espero a que escampe. Doblo el lomo y lleno la cesta.
En noviembre anochece antes. Es hora de volver a casa atravesando la ladera empinada poblada de erizos.
Miro la chimenea. Cojo la vieja sartén agujereada y echo un puñado de castañas.
Al poco rato ya están asadas que comparto con los lectores que pasen por aquí.
Bon appétit!
(Esta historia está dedicada a todas esas personas que se pasan el día mirando el móvil y no tienen un ratito para dar una paseo por el campo ni son capaces de rememorar aquellas actividades campestres olvidadas como pudiera ser... llenar una cesta con castañas)