Hoy no era un día cualquiera, tenía la agenda completita.
La luna delantera del coche amaneció agrietada por lo que debí acercar el vehículo a una de estas cadenas que reparan los cristales dañados de los coches.
Mañana tranquila, pero a la salida del trabajo comenzó a chispear y me dirigí de nuevo al taller para recoger el coche, resguardado bajo mi viejo paraguas de cuadros.
Y como no hay dos sin tres, otra vez tuve que regresar al mencionado taller ya que dicen:
"quien no tiene cabeza... debe tener pies",
Me había dejado el paraguas en la recepción donde te hacían la factura.
Hoy no era un día cualquiera, por la tarde vinieron a
realizar la revisión anual de la caldera.
Cosas que pasan de vez en cuando pero hoy se juntaron todas
a la vez, en el mismo día.
También acabé de leer mi último libro (Niños de tiza) y casualidades de la vida, hoy era el
día para devolverlo a la biblioteca.
Un frágil sol se escondía entre las grises nubes. Empezaba a oscurecer, era hora de regresar a casa tras un día más ajetreado de lo normal.
Paso otra hoja del calendario de mi escritorio. El invierno va dando sus últimos coletazos.
Cuando marzo va a mediar, el invierno ha de acabar.