Seguramente habrás hecho algún viajecito en este atractivo puente de diciembre. Nosotros también dimos una vueltecita por la provincia de Salamanca. Me quedo con un vistoso pueblecito que será el protagonista de esta entrada.
La villa de
Candelario se escalona en la ladera de la sierra de su mismo nombre, lo que
hace inevitable que su entramado callejero sea complicado, con las calles
principales en el sentido de la pendiente y las callejas secundarias
transversales a las anteriores. Esta falta de horizontalidad confiere a sus
rincones un sabor y una estética especial lo que provoca que el paseo por el
interior de su casco urbano sea cansado, pero siempre relajante y placentero.
Esta
estética tan especial y el hecho de ser uno de los núcleos mejor conservados
de la provincia, le mereció la declaración en 1975 de Conjunto
Histórico-Artístico.
Sus callejas
estrechas y empedradas son recorridas por sus conocidas regaderas (canalillos
de agua cristalina recogida de las nieves de su sierra ) con curvas y recovecos
que sorprenden al visitante que se adentra en ellas.
Batipuertas
Uno de los elementos más curiosos y
fácilmente reconocibles de la casa, que llega a singularizarla, es la
batipuerta que protege su acceso desde el exterior. Con ese nombre nos
referimos a la media puerta que antecede y protege a la propia de la vivienda.
De madera y con un remate superior variable en su diseño parece reunir
diferentes funciones, referidas a este interesado, por los más mayores del
lugar, en el trabajo de campo llevado a cabo a lo largo de los años.
Para unos
defendía la casa de los rigores climáticos fundamentados en forma de las
frecuentes nevadas que se acumulaban en calles y accesos. Para otros permitían airear la vivienda sin temor a que entraran algunas ganaderías de las que
merodeaban frecuentemente por las calles de la localidad.
Por último,
para muchos, formaban parte del quehacer cotidiano de la casa, permitiendo que
desde el interior de la misma, desde el portal, el matarife, pudiera asestar a
las reses el golpe definitivo que pusiera fin a su vida e iniciara el proceso
de la matanza. De hecho, en algunas de ellas podrá ver una curiosa anilla de
hierro y algún gancho, del mismo material por el que se hacía pasar la cuerda
que sujetaba a la res, para tirar desde su interior y acercarla hasta la
batipuerta, facilitando así el trabajo del sacrificio sin temor a golpes,
cornadas o dentelladas.
Las fuentes también son protagonistas del recorrido.
Fin del paseo.
Las farolas se encienden y cada cual regresa al alojamiento elegido.
Cada mochuelo a su olivo.