Después de pasear por el campo
también me gusta recorrer las calles de la ciudad.
El domingo por la mañana me acerqué al Rastro de Madrid
donde pude encontrar y saludar a un montón de artistas callejeros.
Unos hacen maravillas con el cuero.
Otros utilizan una mezcla cultural con ingredientes variados:
teatralidad, vistoso vestuario, poesía...
Alguna que otra arista hace sus pinitos cortando las verduras
con unas herramientas sencillas y muy útiles para la cocina.
Al pasar por el puesto se percibe el inconfundible olor,
parecido al gazpacho, con las cebollas y los tomates recién cortados.
En este día caluroso no podían faltar los abanicos veraniegos con su pintoresco colorido.
Magos, cantantes y equilibristas aparecen en cualquier rincón.
Me quedo con unos verdaderos artistas:
esos músicos callejeros que amenizan a los transeúntes con su actuación
y provocan el espontáneo aplauso tras escuchar las agradables melodías. . .
y además tienen el detalle de posar a mi alrededor,
con esas estupendas sonrisas,
para poner el colofón a esta última entrada.