El último domingo de junio me acerqué al Rastro madrileño con la verde camiseta de Verso Abierto y puse mi gorra azul en los diferentes puestos.
Mi gorra azul colgada del perchero amarillo
y posando junto a los abanicos coloridos.
Mi gorra azul saluda a un muñeco de madera
y a un viejo reloj que ya no marca las horas porque su vida se apagó.
Mi gorra azul se tumba junto
a las bolsas de tela con bonitos diseños creados
por uno de esos artistas que pululan por el Rastro.
Mi gorra azul está contenta como unas castañuelas.
Mi gorra azul hace un descanso tras visitar el Rastro.
Un trago de agua y vuelta para casa.