Esta semana recordamos aquel género epistolar tan olvidado en nuestros días y estuvimos escribiendo cartas en clase , con el objetivo principal de mejorar la expresión escrita, la caligrafía y la ortografía entre otras cosas.
Después fuimos a un buzón para echar las cartas que habíamos escrito.
El género epistolar, cuyo forma de expresión tradicional es el texto que comúnmente conocemos como carta, es uno de los más libres que existe dado que abarca una gran cantidad de temas y propósitos, expuestos de manera diversa, siempre y cuando cuente con un destinatario a quien va dirigida la carta y sus respectivos encabezamiento, saludo y despedida. En el cuerpo de la carta pueden aparecer recomendaciones, comentarios, solicitudes, diálogos, narraciones, poemas, notificaciones, argumentaciones de todo tipo hasta saludos y despedidas.
Con el transcurrir del tiempo, el género epistolar ha cambiado su función en el mundo: la posibilidad de comunicación inmediata hace que se impongan los mensajes fragmentados, pequeñas piezas de lo que anteriormente eran las largas comunicaciones que escritas con pluma y contenidas en sobres lacrados viajaban por días o semanas de un lugar a otro para transmitir informaciones, pensamientos y sentimientos. Sin embargo, todavía hoy se escriben cartas y, aunque no lleguen con la frecuencia que solían hacerlo, todavía sentimos esa fascinación cuando un sobre o incluso un correo electrónico nos llega, nos habla directamente y nos trae algo de la esencia del remitente.
Mis viejas amigas han sido sustituidas por los innumerables mensajitos en los que prima la cantidad sobre la calidad de lo escrito Siempre me gustó escribir cartas, mandarlas y recibirlas pero eran otros tiempos donde no teníamos esa necesidad imperiosa de transmitir el mensaje a toda velocidad ,con una escritura ilegible y con innumerables faltas de ortografía.

- No paro de alucinar al ver escritos en cualquier lugar con un montón de faltas.
- No sé si tendrá algo que ver el uso desmedido del móvil para transmitir los mensajes, muchas veces sin venir a cuento; a lo que añadiría la falta del uso adecuado para lo que inicialmente estaba destinado el teléfono (la comunicación oral) que prácticamente también la hemos descartado, lo que empobrece aún más la comunicación entre las personas.
- No sé si esta pequeña opinión servirá de algo para mejorar las reglas ortográficas del querido lector o lectora, pero por si acaso aquí la dejo.
Como diría aquel famoso filósofo: "Sólo sé que no sé nada".
¡Qué usted lo escriba bien!